miércoles, 4 de enero de 2012

Recomendación cinematográfica: Un lugar en el mundo

Un lugar en el mundo (1991) de Adolfo Aristarain.

Estamos perdiendo nuestro carácter local. Eso es lo que pone sobre la mesa esta gran película argentina. Estamos siendo absorbidos por el poder de los fuertes, caemos ante sus presiones y perdemos lo que hemos amado toda la vida, lo que sentimos que es nuestro y que hemos construido con nuestras propias manos. Han convertido ese “nuestro” en algo que no es rentable, de modo que pasamos nosotros mismos a abandonarlo. Han conseguido que lo que era real, lo que se podía alcanzar, lo que se podía construir, ahora pase a llamarse utópico y obra de un soñador idealista, cuando hasta hace dos días eso era posible y palpable -siempre y cuando hubiese voluntad de llevarlo a cabo-. Han acabado con nuestros valores y nuestro sentimiento comunitario. Han aumentado nuestra dependencia de lo externo, de lo superior; hemos bajado un escalón en libertad aunque nos han hecho creer lo contrario. Somos menos libres que ayer.

Y no nos damos cuenta. Seguimos construyendo un mundo globalizado donde las diferencias entre unos y otros (esas diferencias que tanto nos enriquecen como seres humanos) van diluyéndose a favor de unos hábitos únicos, unas únicas costumbres y una sola forma de pensar y vivir. Si uno se fija, cada vez existen menos diferencias entre caminar por la Gran Vía de Madrid y hacerlo por Oxford Street en Londres. Lo general se ha comido a lo particular. ¿Alguien foráneo sabe decir a qué sabe el café londinense? No vale contestar a Starbucks. Las grandes empresas, las grandes marcas, esas con nombres universalmente conocido como H&M, Zara, McDonlads, Pans&Company o Bershka ganan terreno sobre los negocios locales, que tienen que echar el cierre al no poder competir. Y esos cierres apenan, no porque la tienda o el bar que se va fuese increíble y de calidad excepcional, sino porque, incluso siendo malo, tiene algo especial que lo hace único, que lo convierte en un establecimiento local, cercano y excepcional. En Madrid la última noticia ha sido el cambio del histórico Tío Pepe de la Puerta del Sol por una tienda Apple. Por una iTienda más, como tantas otras que hay por todo el mundo.

Ahora que se lleva tanto el discurso de los emprendedores, ¿cómo compatibilizar ese mensaje de ayuda a los jóvenes emprendedores al mismo tiempo que se está vendiendo el mundo y las posibilidades de mercado a las grandes corporaciones? Incoherencias dentro de un mensaje político que sólo piensa en rédito electoral y no muestra la realidad tal como es: cada vez tenemos menos capacidad de maniobra local.

Un lugar en el mundo; un pequeño rincón utópico que se ve sumido como tantos otros a desaparecer y formar parte de los métodos de explotación y propiedad de los grandes propietarios. En esas estamos. Cada uno añorando ese pequeño rincón y viendo cómo desaparecen uno tras otro. Y es que, por muy antinacionalista que uno se sienta, siempre acaba saliendo cierto amor por una tierra en la que se ha construido una vida, un sentimiento más local que nacional. Mientras tanto, vemos cómo ese espacio es suplantado por un Sistema que todo lo come, que todo lo cambia y lo convierte en uniforme aquí, en Nueva York o en Berlín.

No hay comentarios:

Publicar un comentario