lunes, 26 de diciembre de 2011

Fuenteovejuna y las divisiones internas en los partidos

La última semana ha sido movidita políticamente hablando. Sobre todo, destacar un hecho que se ha demostrado en público y que durante tanto tiempo se ha intentado negar y ocultar: en los partidos políticos existen divisiones internas.

Uno al leer esta introducción podría pensar que nos referimos al cruce de manifiestos del PSOE. Y sí, aunque sólo en parte. Lo que está ocurriendo dentro del primer partido de la oposición es algo normal después de la catástrofe electoral del 20N. Hay alineamientos, surgen/reaparecen grupos y la gente se posiciona entorno al que cree que puede salir adelante.

Lo mejor para el partido, y para el sistema político en sí, es que de esa discusión saliese un discurso sobrio, elaborado y totalmente renovado que supusiese una reformulación de las bases del partido. El problema está en que, ni la discusión que se está teniendo es seria (no es una división tan real como se presenta: unos piden autocrítica y otros asumen esa autocrítica aunque piden no desvincularse del pasado), ni los medios ayudan dándole bola al asunto como si de una polémica de tratase. Los socialistas cuentan con un añadido: tienen un mes para el próximo Congreso y quieren solucionar estos asuntos en dicho Congreso o incluso antes, como si la solución fuese a llegar tan inmediatamente. Lejos de la realidad, esa solución, y ese discurso sobrio, elaborado y renovado del que hablamos, tienen que llegar tras una profunda y larga reflexión que, sin ninguna duda, es imposible tener en un solo mes. Los medios presionan, pidiendo ya nuevas ideas y la construcción de un discurso (como siempre, metiendo prisas innecesarias) pero la cuestión es que ni los propios socialistas parecen querer tener esa reflexión. No sólo eso, sino que al final, lo más probable es que la discusión pase de ser una reflexión de las bases y los estatutos, a una lucha encarnizada de poder, de alineamiento según beneficio personal (“yo te aseguro este cargo”) y demás manifestaciones venenosas que tanto proliferan en los partidos políticos y que son las que llevan a pensar eso de que son formaciones podridas en su interior.

Pero no sólo en el PSOE hay divisiones. Siempre se ha dicho que el Partido Popular aglutina a toda la derecha española, o al menos a su mayoría. El mensaje que se ha dirigido desde este grupo político es el de Fuenteovejuna, todos a una. Unidad conservadora frente a dispersión izquierdista. Una vez más, la realidad es bien distinta. Y esta semana, aunque los medios no lo hayan destacado como tal, se ha podido demostrar la profunda división existente en el PP. La foto de los nuevos Ministros lo delata. Mariano Rajoy se ha rodeado para su Ejecutivo de sus más allegados, de gente de confianza, de fieles, de leales. Esas han sido las palabras más leídas en los periódicos. Y sí, es verdad. Pero lo que no se ha destacado es que esa reunión de amigos que parece ahora el Consejo de Ministros, se debe a que Mariano Rajoy no cuenta con apoyos dentro del partido. Rajoy es un hombre que ha conseguido votos pero que sigue sin ser alguien apoyado internamente. No se fía de nadie dentro del PP porque sabe que no tiene mucha gente de confianza en él. De ahí que la foto de La Moncloa sea un claro ejemplo de las divisiones intrapartidistas.

Claramente hay bandos dentro de los populares y Rajoy le ha dado puestos de poder a los suyos, olvidándose de quienes le han dado de lado dentro de su propia formación. La cuestión será ver si esa gente de confianza, además de eso, es gente efectiva y preparada para el cargo que se le ha asignado. Eso el tiempo lo dirá y será asunto de otro texto.

Lo que aquí nos intriga ahora es saber cómo le habrá sentado a los rechazados no formar parte del nuevo máximo grupo de poder, porque no hay que olvidar que esos rechazados son, seguro, gente que durante los últimos tiempos se han mordido el puño para resignarse y apoyar a Rajoy en público y darlo todo, a lo Fuenteovejuna, en las elecciones. Después de haber hecho ese –llamémosle- esfuerzo, recibir la espalda (lógico por otra parte, puesto que Rajoy no debe ser un tipo con poca memoria) en el reparto de poder, debe sentar como una patada en la entrepierna.

El problema de fondo reside en que al final, las divisiones internas de los partidos –no hemos hablado de Izquierda Unida, porque en esa formación este asunto es para dar de comer aparte- no sirven para demostrar la pluralidad interna que hay, ni tampoco es el cauce de un proceso democrático interno que debiera existir. Todo lo contrario. Estas divisiones terminar por ser luchas de poder en las que cada uno se posiciona no por el bien del partido, ni de su ideología, ni por un sentimiento moral-ético de cara al ciudadano al que representarán, sino para proteger sus intereses propios y escalar en el partido en busca de cargos importante. Y a quien pierde en esa pugna de poder, se le llama disidente, rebelde y se le margina y olvida dentro de la formación. Sí, así son nuestros partidos y quienes los forman. Y hasta que eso no cambie, nuestra democracia (como la mayoría de democracias occidentales) será pobre y falsa.

martes, 13 de diciembre de 2011

Música y realidad social: "No en mi nombre", Habeas Corpus

Ni cuantitativa ni cualitativamente,
no ha existido en la historia otro sistema igual a éste,
igual de desigual, igual de destructivo,
igual de fraticida, criminal y genocida.

Sin necesidad de cámaras de gas,
sin tener que usar ni purgas ni gulags,
el neoliberalismo hace lo mismo,
lo mismo, eso sí, hecho de un modo distinto.

Los pobres son los nuevos enemigos,
el nuevo pueblo elegido para el martirio,
la carne indolente, el defecto del milagro,
los protagonistas del más moderno exterminio.

Ni Hitler ni Stalin mataron como hoy matan
los ahora mandamases de la economía-mundo,
sus víctimas se cuentan
por millones en todo el mundo.

No en mi nombre. Paradlo ya.
Parad este holocausto, este nuevo holocausto.

La solución final se vuelve a reactivar,
conjugando clasísmo y racísmo una vez más.
La solución final desprecia otra moral
que aquella que bendice y justifica el capital.

Paradlo ya.

Tanto objetiva como subjetivamente
el neoliberalismo es un modelo decandente,
lo es en esencia y en apariencia,
lleno de contrastes y de contradicciones.

Un infierno en la tierra en cuya entrada pone
"el que entre aquí que abandone toda esperanza",
la esperanza es sólo propiedad de aquellos
que también son propietarios del dinero.

Todo, todo está relacionado,
el desarrollo es gracias al subdesarrollo,
la organización mundial del comercio,
el Banco Mundial y el Fondo Monetario

Conforman el nuevo triángulo de las Bermudas,
que engulle países por la deuda externa.
Creando bolsas de pobreza
que inundan de esclavos el nuevo "El Dorado".

No en mi nombre. Parádlo ya.
Parad este holocausto, este nuevo holocausto.

La solución final se impone como la mejor de las recetas,
como la única verdad.
La solución final pretende eliminar lo que llama el sobrante,
su cupo de indeseables.

No uséis mi nombre.

No me lo manchéis de sangre.
No uséis mi nombre, no me lo manchéis de sangre.
No uséis mi nombre y no me hagáis responsable
de vuestro crímen, de vuestro execrable crímen.
No uséis mi nombre, no.

Parádlo ya.

Parad este holocausto, este nuevo holocausto.

No uséis mi nombre.
No me lo manchéis de sangre.



He elegido esta canción porque plasma nuestro presente y futuro: una situación a la que hemos llegado y que en gran media (en parte sí) no hemos elegido nosotros, los ciudadanos de a pie. Sí se podrá decir que la hemos elegido con nuestro voto en sucesivas elecciones desde hace décadas, pero con una diferencia: los que han acudido a votar nunca lo han hecho con toda la información con la que sí contaban a los que se ha elegido. Es ahí donde se ha engañado a la sociedad.

La verdad es que en líneas generales se nos ha arrastrado hasta aquí, a una situación que lleva más muertos y más desgracias que otros regímenes que han sido condenados por la historia. Éste no ha sido condenado sino que encima se presenta como la solución, como el menos malo, como el resultado bueno de luchas y guerras ya terminadas. Se presenta también como el único posible. ¿Por qué? Ese discurso se ha orquestado desde la SGM y ha ido calando en una sociedad que no ve que todo lo bueno que le ha ofrecido este Sistema es efímero y muchísimo menos beneficioso que los riesgos y los perjuicios a los que puede llevar. Ha hecho a una sociedad más egoísta y más individualista que sólo mira por sí misma. Y sobre todo, ha construido una sociedad mucho más destructiva con el mundo y con la sociedad misma.

Por eso este canto, estos gritos, contra este Sistema, esta forma de funcionar (porque no funciona) y contra sus consecuencias. Este canto para dejar claro que lo que está pasando, lo que se está haciendo y a lo que se está llegando, es culpa de unos y no de todos; para que no se ponga el nombre de todos en algo que es obra de unos cuantos.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Los nadie, más cerca de lo que pensamos

Hay personas, como los presos, la gente que vive en la calle o que pide en el metro,  que tienen la desgracia de estar dentro de sectores sociales mal vistos por la propia sociedad. Personas que no sólo tienen que vivir con el peso de malvivir día a día, que ya es bastante duro, sino que encima tienen que aguantar las malas miradas, los malos comentarios y la espalda de la mayoría.

Esa mayoría tiene un problema y es que actúa así porque no consigue verse en esa situación. Su vida presente es perfecta, o está en ello, y son incapaces de pensar que en cualquier momento se pueden dar las circunstancias para acabar así. Sin embargo, la mayoría lo ve como algo lejano, imposible, intocable. Craso error.

Esa mayoría lo que no sabe es que el Sistema en el que vivimos tiende a llevarnos cada vez más hacia esas situaciones. Las desigualdades sociales crecen, pero no sólo en sociedades diferentes como puede ser entre la española y la keniana, sino dentro de una misma, por muy avanzada y desarrollada que se considere. Son los síntomas que vemos día a día debido a la ideología liberal imperante y sus consecuencias se agravan aún más con la crisis (más que con la crisis, con las medidas que dicen estar aplicando para salir de ella).

A la par que aumenta la pobreza, el paro, el conflicto social y la tendencia a delinquir para sobrevivir, crecen las posibilidades de encontrarnos como esos sectores que ahora rechazamos y vemos con mirada distante.  A pesar de que los miremos como si fueran los nadie, estamos más cerca de lo que creemos de caer en su mismo agujero, de sufrir sus mismas penurias, de pasar su mismo frío y de tocar sus mismas rejas. Cualquier error, cualquier situación límite, cualquier casualidad nos puede llevar a su realidad. Podemos pasar de la noche a la mañana a ser los nadie y de ser así nos gustaría que esa mayoría nos dejase de mirar con ese desprecio y se quitase esa idea de su cabeza que les hace pensar que somos menos personas que ellos. 

sábado, 10 de diciembre de 2011

La historia de la humanidad es terror


Ahora que falta apenas un mes para cruzar el charco y mirar España desde el Oeste, dejo este formidable speech de una escena de Las invasiones bárbaras. Un discurso que plasma perfectamente la historia de la humanidad, una historia de dominados y dominadores, donde los segundos escriben la historia y se aseguran de que quede sólo rastro de lo que quieren. Cuánta falta hace una reconstrucción verdadera de la historia con la autocrítica y el reconocimiento de aquellos (nosotros) que tanto daño hemos hecho. Aquí os lo dejo:

“Contrariamente a lo que se piensa, el Siglo XX no fue particularmente sangriento. Las guerras causaron 100 millones de muertos, esa es la cifra aceptada, añádele 10 millones más de los gulags rusos, los campamentos chinos nunca se sabrán pero dicen que 20 millones. Llevamos 130-135 millones de muertos. No impresiona demasiado teniendo en cuenta que en el Siglo XVI los españoles y los portugueses consiguieron sin cámaras de gas ni bombas hacer desaparecer 150 millones de indios de América Latina. Eso sí que es un buen trabajo hermana, 150 millones de personas liquidadas. Usted dirá que apoyados por su Iglesia, pero hicieron un buen trabajo. Tan bueno que en América del Norte, holandeses, ingleses, franceses y luego los americanos se sintieron inspirados y degollaron a 50 millones de personas. ¡200 millones de muertos en total! La mayor masacre de la historia de la humanidad. Eso ocurrió aquí, a nuestro alrededor y no hay ni un triste Museo del Holocausto. La historia de la humanidad, hermana, es una historia de horror.” Remí, en Las invasiones bárbaras

lunes, 5 de diciembre de 2011

Recomendación literaria: ¡Basta de mentiras!

¡Basta de mentiras! es un libro cargado de verdades que ha tapado la historia desde el siglo XX hasta hoy. Coordinado por el incansable John Pilger, cada capítulo está protagonizado por un periodista que ha acudido allí donde le ha llevado el amor por su profesión: la información. Y lo ha hecho por voluntad propia, para cubrir la noticia por su cuenta, de manera independiente. Lugares como Vietnam, Dachau, Chechenia, historias como el accidente de Lockerbie, la realidad de los migrantes turcos en Alemania o la última Guerra de Iraq. Son procesos históricos que no son reales por lo que son, sino por lo que nos cuentan; porque los que escriben la historia bien se encargan de que se recuerde una verdad oficial.

Este libro rompe con esa verdad oficial y narra otra realidad de esos hechos, la realidad que se ha ocultado desde siempre porque es una realidad molesta para los centros de poder. En este proyecto, los periodistas se involucran en el acontecimiento, lo viven en primera persona y recogen información de primera mano. No hay filtros ni restricciones, no hay censuras. Por eso este libro sirve para conocer la noticia desde dentro. Y sorprende, porque poco tiene que ver con la que conocemos.

He escogido este libro porque creo que hoy más que nunca es una obra necesaria, indispensable. Lo que ocurre en nuestro mundo nos influye en tanto nos informan de ello. Y el problema es que cada vez se informa peor, cada vez más priman intereses ajenos a la información, contaminando a ésta. Por eso este libro, ¡Basta de mentiras!, contemos las cosas como son por respeto a la verdad, a la historia y a los ciudadanos del mundo, que tenemos derecho a estar bien informados para poder ser los actores políticos que somos. 

¡Basta de mentiras! El periodismo de investigación que está cambiando el mundo. John Pilger, RBA Libros (2007) 

lunes, 14 de noviembre de 2011

La concepción del mundo


La concepción del mundo puede ser tan plural como culturas haya en el planeta. Cada sujeto, dentro de su ambiente social, ve el mundo según se le ha enseñado a verlo. Es por eso que un indígena de tierras centroamericanas tiene mucho mayor apego a la naturaleza que le rodea, o un asiático que siga los pasos de doctrinas morales naturalistas, que un occidental caucásico acostumbrado a poseer lo que tiene a su alcance y a manipularlo a su antojo, a veces incluso acabando con él. Es por ello que la concepción del mundo no es algo estudiable positivamente. Pero sí se puede relacionar el funcionamiento, los valores, las jerarquías, y la estructura de una sociedad según conciba esa sociedad el mundo. Son hechos relacionados.

La historia nos ha demostrado que, pese a la pluralidad de concepciones que pueda haber a lo ancho y largo del planeta, es una única forma la que ha dominado nuestra existencia. Se da la situación de que es precisamente la forma impulsada por Occidente la que ha triunfado, la que ha dominado. La concepción occidental (cristiana) del mundo es aquella que nos hace creer que el mundo es nuestro, que ha sido puesto a nuestro antojo para que sobrevivamos. Al principio era para eso, para sobrevivir, pero una vez cubiertas las necesidades básicas que nos lo permitían, el mundo se entendió como un escenario dispuesto a ser explotado para cubrir nuestras necesidades (ya no básicas). Es decir, el mundo pasó a ser una herramienta a nuestro alcance, una herramienta sumisa que estaba (y está) bajo la dominación del hombre, que hace con ella lo que crea conveniente. La concepción del mundo por tanto nos lleva a una cuestión de poder y dominación que ha marcado el camino de la historia del hombre hasta nuestros días.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Una crítica a la ciencia según G.Longo

En la primera lectura, del autor Gino Longo, se nos presenta la siguiente pregunta ¿Qué es la ciencia? El autor deja claro la finalidad de la misma; la ciencia no debe limitarse a describir la realidad sino que debe dar un paso más y explicarla. Añade, a su vez, que toda ciencia y toda explicación de la realidad debe partir de sí misma, sin añadir elementos ajenos o externos. Debe, dice el autor, “reconstruir idealmente, en el pensamiento, el esquema de desarrollo de la realidad, un esquema en el que cualquier objeto aislado halle su lugar y su explicación”. Claramente, Longo viene a decir que todo es explicable y sobre todo, que todo tiene su razón, su lógica y su por qué.

En segundo lugar, estoy de acuerdo con la idea que proyecta Longo según la cual el conocimiento no puede ser un fin, sino que éste es la acción. Acción que debe nacer de ese conocimiento previo que actúa como camino, como vehículo y no como objetivo. Efectivamente es así. Y es más, gran parte del conocimiento, por no decir su totalidad, pierde su utilidad si no encuentra una acción que lo desarrolle. Para un servidor se convierte en vital la lógica del Saber para Hacer, Conocer para Cambiar, Aprender para Actuar. Las primeras partes de estas premisas carecen de sentido funcional si no se llevan a cabo las segundas. Ahora bien, aquí llegamos a un punto del texto que es preciso criticar. El autor diferencia, separa y limita las funciones del hombre de ciencia y el hombre de acción, como si su unión fuese imposible. ¿Acaso el que enseña no es un hombre de ciencia y acción?

Un último punto a analizar sería la colectividad del pensamiento y la praxis. Longo deja claro que para que esta última tenga éxito es necesaria una acción colectiva. Así es. LA praxis colectiva es más efectiva, más eficiente y más beneficiosa para el ser humano. De hecho se podría decir que la praxis colectiva es uno de nuestros pilares como seres sociales que somos. Por otra parte, el autor no ve de igual forma el pensamiento. Bien es cierto que biológicamente el pensamiento “es y no puede ser más que individual”, pero también sucede que ese pensamiento individual nace, en muchas ocasiones, del resultado de otros pensamientos de otras personas que rodean al individuo en cuestión. ¿Esa interconexión de ideas, razonamientos y conclusiones no tienen cierto carácter colectivo? Para Longo no es así; no es un acto tan grupal como para denominarlo un acto colectivo. No lo comparto. Creo que el conocimiento individual es de hecho imposible si no se realiza ese acto colectivo de aprendizaje, de mezcla de pensamientos externos. Es cierto que la conclusión final que forja el conocimiento individual la hace uno mismo interiormente, pero todo lo anterior, todo ese proceso de aprendizaje, no puede no ser un acto colectivo. Y lo son, precisamente por lo que dice el propio autor, porque son fenómenos sociales.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Grecia hace temblar al mundo

Tras la iniciativa de Papandreu de convocar un referéndum para que el pueblo griego decida si acepta o no los acuerdos de la semana pasada en Bruselas, el mundo entero ha temblado. Tiemblan los políticos y tiemblan los mercados.La comunidad internacional no está dispuesta a que los ciudadanos helenos echen por tierra unos acuerdos que situaban a Grecia entre la espada y la pared.

La cuestión es que hablamos de unos acuerdos que fueron negociados por este país en una clara posición de debilidad y todos sabemos qué pasa cuando en una negociación uno tiene más poder que otro: el segundo acaba acatando las condiciones del primero porque no le queda otra. Y lo que ha ocurrido con Grecia es que esas condiciones han sido, desde un principio, imposibles de cumplir porque se marcaron unos objetivos utópicos (¿reducir el déficit en cantidades industriales en un tiempo ultralimitado? ¡Venga hombre, se necesitan años para eso!). Y es ahora la ciudadanía griega la que ha de decidir si acepta esas condiciones o no.

La prensa, al menos la española (el New York Times defendía este jueves en su editorial la consulta popular) se ha alineado del lado de los mercados y ha puesto el grito en el cielo, llenando sus páginas con el discurso del pánico, criticando a Papandreu y su locura ("error colosal, iniciativa disparatada" se leía en algunos medios) y culpando a Grecia de todos los males que le puedan ocurrir a partir de ahora al euro. Qué fácil parece encontrar culpables.

Quizás la consulta popular llegue tarde, quizás Papandreu tenga otras intenciones ocultas detrás de esta propuesta y quizás las dos opciones que se dan a elegir a la ciudadanía son catastróficas, pero aún así, los ciudadanos griegos han de tener el derecho a poder elegir si quieren mierda o mierda con salsa de tomate.

lunes, 10 de octubre de 2011

INDITEX, ¿modelo a seguir?

No hay duda alguna sobre la importancia en el mundo empresarial que representa un conglomerado como el de INDITEX en nuestros días. Con los años, el imperio de Amancio Ortega se ha abierto paso en el mercado convirtiéndose en uno de los referentes mundiales de gestión empresarial y comercial.

Las marcas textiles de este grupo han abaratado los precios de la ropa de moda a unos niveles accesibles a gran parte de la población, algo que años atrás podía considerarse impensable. Con esto, entre otras cosas, se ha conseguido diluir, al menos estéticamente, esa pequeña línea imaginaria que divide a las clases sociales. Gracias a grupos como INDITEX, hoy en día hasta el más rico puede vestir igual que el ciudadano medio y ambos individuos no dejan de ir a la moda. Parece, pues, que se ha popularizado la compra, la adquisición de bienes que antes se consideraban de élite, hoy son comunes. Indudablemente esto ha cambiado los hábitos de las personas, sus formas de ser y sus formas de sentirse en el mundo. Se ha creado esa sensación de pertenencia a una casta social superior, a una masa de la que no te puedes salir si no quieres sentirse excluido o marginado.

Ahora bien, es indispensable sacar a la palestra por lo menos dos preguntas. En primer lugar, ¿a costa de qué se ha conseguido todo eso? Que los ciudadanos medios de España y otros países industrializados puedan vestir con una estética atractiva y acorde al contexto en el que viven, que puedan disfrutar de esos complementos, que puedan sentirse hasta orgullosos de ello, tiene un precio. Quizás no un precio monetario, puesto que esas prendas precisamente si se caracterizan por algo es por su reducido coste en los escaparates. Pero sí un precio vital que se paga muy lejos de las tiendas donde esos productos se adquieren. Se pagan por ejemplo en Brasil  ( http://www.publico.es/dinero/393776/zara-citada-en-brasil-por-la-investigacion-del-trabajo-esclavo), por poner un vago ejemplo cercano en el tiempo. Es lo que tiene la llamada externalización del trabajo, con sus famosos bajos sueldos, amplios horarios y condiciones infrahumanas. ¿Es eso justo? ¿Es eso ético? Y, sobre todo, ¿Es eso imitable como forma de gestión empresarial?

En segundo lugar, ¿es cierto que ha mejorado la calidad de vida de la sociedad con este proceso de socialización de la moda? Evidentemente no. Lo que ha ocurrido es que se ha ido construyendo esa falsa sensación de bienestar, lo que ha ocurrido es que se ha alimentado ese afán por el consumo masivo e innecesario, lo que se ha impulsado es el culto por lo estético y novedoso, lo que se ha potenciado es el pensamiento reducido (“me resulta barato, de modo que es bueno para mi” sin pensar en que son otros, bien lejos, los que están pagando ese margen de precio que hace que para ti sea barato). Por no hablar de la calidad de las prendas en sí mismas, unas prendas de duración muy limitada con el fin de avivar la rueda del ComprarTirarComprar. Prendas tejidas para ser obsoletas en poco tiempo para reactivar la nueva adquisición en un periodo cercano. Hay dos principales motivos en esa reactivación: por un lado, las modas, que cada vez son más efímeras y se hace más necesario consumir lo último del mercado; y por otro lado la propia calidad de la ropa, que se desgasta, rompe y se vuelve inservible en lo que dura un bostezo. Basta comparar la calidad de unos pantalones de pana comprados hace 20 años con unos pantalones comprados en alguna de las tiendas de este grupo y ver cuánto duran unos y cuánto duran otros.

Por lo tanto, si reconocemos el éxito de empresas como INDITEX, si reconocemos su valor como creador de empleo, también debiéramos preguntarnos en qué se basa ese éxito y de qué se nutre. Qué formas y condiciones de trabajo hay detrás de lo que ha conseguido y si son precisamente esas condiciones las que han contribuido al éxito y a la posición privilegiada de empresas como ésta en el mercado. Veríamos que, desde el punto de vista empresarial, ese es el camino a seguir si se quiere estar bien posicionado en el mercado con grandes beneficios, pero desde el punto de vista humano, social, estas formas están muy lejos de ser las más recomendables para el desarrollo de la sociedad.

Agencias de calificación e indignados: una relación no tan distante



Hace unos días leíamos en EL PAÍS el descontento del Gobierno de Estados Unidos con las formas de actuar de las agencias de calificación. Es curioso que este anuncio por parte de la Administración Obama llegue ahora, después de un verano en el que se ha confirmado lo que muchos ya avanzaban: que el Imperio estadounidense se sustenta sobre una economía mucho más débil de lo que aparenta. Ha sido este verano cuando las agencias de calificación han empezado a poner en duda la solvencia de este país y las capacidades de salir adelante del mismo. De ahí que sea interesante que sólo ahora el Gobierno se eche las manos a la cabeza. No antes, cuando el punto de mira de las agencias se situaba en otros países, cuando hacían lo que querían con otros gobiernos, entonces no pasaba nada. Pero ahora que el disparo llega al corazón de uno mismo, este se preocupa por cómo puedan estar actuando estas agencias y las franjas de ilegalidad que puedan llegar a ocupar en sus informes.

Durante años se ha alimentado el poder de estas agencias porque convenía. Ellas crecían y los gobiernos las dejaban estar, pensando que nunca perderían la confianza, pensando que eran un aliado que confirmaba la solvencia de los países, lo que les permitía a éstos últimos seguir actuando como lo hacían. Pero claro, llega el momento de bajar la calificación de AAA a Aaa y arde Troya. Y es entonces, sólo entonces, cuando se empieza a descubrir el pastel públicamente de las agencias de calificación y cuando se critican sus formas de hacer/analizar/diagnosticar.

Estados Unidos no ha movido pieza en este sentido hasta que no se ha sentido atacado. Lo más interesante es que se ha visto atacado por las herramientas que él mismo ha dejado crecer y por aquellos que hasta ahora permitían que el gobierno mantuviese en silencio su crítica situación económica. Esto no es sino otro de los síntomas de este Sistema. Cada uno mira por su bien únicamente, preocupándose por sí mismo y no por el conjunto. Y ese es sin duda uno de los elementos clave que nos impiden y nos impedirán a todos salir de este momento tan crítico: no pensar en colectivo y seguir con este devorador individualismo.

Y este es uno de los puntos clave en las quejas de los denominados indignados de Nueva York: que se haya vendido el poder de la política al poder de agentes que nada hacen (porque no es su trabajo) por el bien de los ciudadanos. Los medios, con ese afán por simplificar las reivindicaciones de los movimientos sociales, sólo remarcan que estos cientos de personas se quejan del Sistema y del poder excesivo de Wall Street, como si fueran quejas generales, abstractas y sin contenido. Medios a un lado, el poder de las agencias de calificación (al ser éstas uno de los pilares de este nuevo sistema económico en evolución), es uno de las principales causas de que se haya salido a la calle a protestar.

En fin, con este panorama, no cabe duda de que la escena del hombre que se tira desde un edificio y mientras cae piensa una y otra vez “Por ahora, todo va bien; por ahora, todo va bien” es idónea para la realidad que vivimos. Es el pensamiento generalizado. Y así nos va.