lunes, 16 de enero de 2012

Fraga y la memoria social

Dinosaurio le llamaban algunos. Héroe de la democracia otros. Todos recordarán hoy su destacado papel en el franquismo, su posterior importancia en la Transición y la fundación de su partido, el PP. Sus críticos pondrán mayor hincapié en un punto y sus defensores en otro, pero siempre guardando esa distancia prudente con la verdadera crítica profunda pues, socialmente así está determinado, criticar se entiende como no respetar el duelo. Y es que llegar a esa profundidad en la crítica supone llegar a más cuestionamientos que no sólo tienen que ver con una persona, sino con un Sistema en sí, el nuestro.

¿Cuántos recordarán que estamos ante un personaje que, como tantos otros, se escudaron en ser los directores de los pasos hacia la democratización para presentarse como los renovados y renovadores y no como los franquistas que durante tanto tiempo habían sido y eran? ¿Pudo haber una ruptura completa con el Sistema anterior si los padres del actual formaron parte de aquel? Acabaron siendo los buenos de la película, los reformistas, ¡los constitucionalistas!, pero también los que se habían dado cuenta de que era posible seguir en el Poder en un sistema democrático sin tener que pasar por el banquillo. Porque que yo sepa, todavía ninguno de los padres de la Constitución, en especial éste del que hoy toca hablar, ha pagado absolutamente nada por su oscuro pasado con su amigo y admirado Francisco Franco. Se convirtieron a la democracia, aceptaron sus bases –creadas por ellos mismos- y limpiaron un currículum digno de ser revisado por la Justicia –entre otros, con un doctorado en Vitoria el 3 de marzo de 1976 y con prácticas en el Ministerio de Gobernación-.

Sus discípulos, esa cúpula que hoy nos gobierna, se unieron al mentor en ese silencio que trata de sepultar un pasado muy cercano. De su boca no ha salido condena alguna, si bien se la reclaman a otros por otros motivos. Lo cierto es que son muchos quienes tienen que condenar algo, unos y otros, y no es legítimo –por lo menos no es moral- pedir algo que tú mismo incumples.

Y hoy, hoy todos nos acordamos de Fraga. Porque todos tenemos memoria. Aunque unos tienen una y otros otra.

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