jueves, 3 de noviembre de 2011

Grecia hace temblar al mundo

Tras la iniciativa de Papandreu de convocar un referéndum para que el pueblo griego decida si acepta o no los acuerdos de la semana pasada en Bruselas, el mundo entero ha temblado. Tiemblan los políticos y tiemblan los mercados.La comunidad internacional no está dispuesta a que los ciudadanos helenos echen por tierra unos acuerdos que situaban a Grecia entre la espada y la pared.

La cuestión es que hablamos de unos acuerdos que fueron negociados por este país en una clara posición de debilidad y todos sabemos qué pasa cuando en una negociación uno tiene más poder que otro: el segundo acaba acatando las condiciones del primero porque no le queda otra. Y lo que ha ocurrido con Grecia es que esas condiciones han sido, desde un principio, imposibles de cumplir porque se marcaron unos objetivos utópicos (¿reducir el déficit en cantidades industriales en un tiempo ultralimitado? ¡Venga hombre, se necesitan años para eso!). Y es ahora la ciudadanía griega la que ha de decidir si acepta esas condiciones o no.

La prensa, al menos la española (el New York Times defendía este jueves en su editorial la consulta popular) se ha alineado del lado de los mercados y ha puesto el grito en el cielo, llenando sus páginas con el discurso del pánico, criticando a Papandreu y su locura ("error colosal, iniciativa disparatada" se leía en algunos medios) y culpando a Grecia de todos los males que le puedan ocurrir a partir de ahora al euro. Qué fácil parece encontrar culpables.

Quizás la consulta popular llegue tarde, quizás Papandreu tenga otras intenciones ocultas detrás de esta propuesta y quizás las dos opciones que se dan a elegir a la ciudadanía son catastróficas, pero aún así, los ciudadanos griegos han de tener el derecho a poder elegir si quieren mierda o mierda con salsa de tomate.

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