martes, 13 de diciembre de 2011

Música y realidad social: "No en mi nombre", Habeas Corpus

Ni cuantitativa ni cualitativamente,
no ha existido en la historia otro sistema igual a éste,
igual de desigual, igual de destructivo,
igual de fraticida, criminal y genocida.

Sin necesidad de cámaras de gas,
sin tener que usar ni purgas ni gulags,
el neoliberalismo hace lo mismo,
lo mismo, eso sí, hecho de un modo distinto.

Los pobres son los nuevos enemigos,
el nuevo pueblo elegido para el martirio,
la carne indolente, el defecto del milagro,
los protagonistas del más moderno exterminio.

Ni Hitler ni Stalin mataron como hoy matan
los ahora mandamases de la economía-mundo,
sus víctimas se cuentan
por millones en todo el mundo.

No en mi nombre. Paradlo ya.
Parad este holocausto, este nuevo holocausto.

La solución final se vuelve a reactivar,
conjugando clasísmo y racísmo una vez más.
La solución final desprecia otra moral
que aquella que bendice y justifica el capital.

Paradlo ya.

Tanto objetiva como subjetivamente
el neoliberalismo es un modelo decandente,
lo es en esencia y en apariencia,
lleno de contrastes y de contradicciones.

Un infierno en la tierra en cuya entrada pone
"el que entre aquí que abandone toda esperanza",
la esperanza es sólo propiedad de aquellos
que también son propietarios del dinero.

Todo, todo está relacionado,
el desarrollo es gracias al subdesarrollo,
la organización mundial del comercio,
el Banco Mundial y el Fondo Monetario

Conforman el nuevo triángulo de las Bermudas,
que engulle países por la deuda externa.
Creando bolsas de pobreza
que inundan de esclavos el nuevo "El Dorado".

No en mi nombre. Parádlo ya.
Parad este holocausto, este nuevo holocausto.

La solución final se impone como la mejor de las recetas,
como la única verdad.
La solución final pretende eliminar lo que llama el sobrante,
su cupo de indeseables.

No uséis mi nombre.

No me lo manchéis de sangre.
No uséis mi nombre, no me lo manchéis de sangre.
No uséis mi nombre y no me hagáis responsable
de vuestro crímen, de vuestro execrable crímen.
No uséis mi nombre, no.

Parádlo ya.

Parad este holocausto, este nuevo holocausto.

No uséis mi nombre.
No me lo manchéis de sangre.



He elegido esta canción porque plasma nuestro presente y futuro: una situación a la que hemos llegado y que en gran media (en parte sí) no hemos elegido nosotros, los ciudadanos de a pie. Sí se podrá decir que la hemos elegido con nuestro voto en sucesivas elecciones desde hace décadas, pero con una diferencia: los que han acudido a votar nunca lo han hecho con toda la información con la que sí contaban a los que se ha elegido. Es ahí donde se ha engañado a la sociedad.

La verdad es que en líneas generales se nos ha arrastrado hasta aquí, a una situación que lleva más muertos y más desgracias que otros regímenes que han sido condenados por la historia. Éste no ha sido condenado sino que encima se presenta como la solución, como el menos malo, como el resultado bueno de luchas y guerras ya terminadas. Se presenta también como el único posible. ¿Por qué? Ese discurso se ha orquestado desde la SGM y ha ido calando en una sociedad que no ve que todo lo bueno que le ha ofrecido este Sistema es efímero y muchísimo menos beneficioso que los riesgos y los perjuicios a los que puede llevar. Ha hecho a una sociedad más egoísta y más individualista que sólo mira por sí misma. Y sobre todo, ha construido una sociedad mucho más destructiva con el mundo y con la sociedad misma.

Por eso este canto, estos gritos, contra este Sistema, esta forma de funcionar (porque no funciona) y contra sus consecuencias. Este canto para dejar claro que lo que está pasando, lo que se está haciendo y a lo que se está llegando, es culpa de unos y no de todos; para que no se ponga el nombre de todos en algo que es obra de unos cuantos.

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